La fiebre sobre la superficie de la Tierra está cada vez más descontrolada con marcas inéditas a nivel global en una tendencia que sólo continuará al alza. Y lo peor es que aún no conocemos las reales consecuencias de este desequilibrio, de hecho, es probable que ni siquiera las podamos imaginar.
Lo anterior desemboca en una incertidumbre total. Y no sólo por las altísimas temperaturas con olas de calor casi perennes, o por las tormentas endemoniadas, o por las sequías sinfín; sino que también por la escasez de alimentos que esto genera, las migraciones, el colapso en los sistemas de salud, el mayor requerimiento de energía en un sistema estresado, la caída en la productividad económica, el alza en el costo de la vida, y así, suma y sigue.
La desenfrenada emisión de gases de efecto invernadero, el derretimiento de los hielos polares y el permafrost, la excesiva energía acumulada en el océano, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, El Niño y un largo etcétera son parte de las causas de este padecimiento.
Estos son los síntomas de una enfermedad con origen antropogénico conocido y cuyo tratamiento ha sido recetado por los especialistas, pero que, a pesar de la mayoría de la vida en la Tierra, su implementación es negado por los tomadores de decisiones sin conciencia alguna.
En un breve lapso se han roto marcas que parecían ser una locura hace un tiempo, registros inéditos desde que el ser humano moderno habita este mundo tanto a nivel planetario como local.
En fin, podríamos llenar páginas y páginas con los síntomas, con los indicadores que generan esta fiebre, pero esto jamás será suficiente para quienes tienen en sus manos el poder de aplicar las medidas paliativas para calmar en parte estos síntomas del terror.
“Estamos en un territorio desconocido y podemos esperar que caigan más récords en la medida que El Niño se desarrolle. Sus impactos se extenderán hasta 2024 en una noticia preocupante”, dijo Chris Hewitt, director de la sección de Servicios Climáticos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
“No es sólo la temperatura de la superficie, sino que todo el océano está aumentando y absorbiendo una energía que permanecerá allí durante cientos de años. La alarma debe sonar fuerte”, subrayó.
Así, en este contexto de incertidumbre una de las pocas certezas que tenemos es que 2023 será el año más cálido hasta el momento en la historia de registros, pero uno de los más frescos ante los que vendrán.