El humo que cruzó el Atlántico: los incendios en Canadá ya afectan a Europa

Las gigantescas columnas de humo de los incendios forestales en Canadá han recorrido más de 7.000 kilómetros, alcanzando el cielo de Europa. Este fenómeno, cada vez más frecuente, es una señal alarmante de cómo el cambio climático y la actividad humana están intensificando los incendios forestales a nivel global.

Incendios Canadá
Los incendios en Canadá son cada vez más intensos y destructivos debido a un aumento sostenido de la temperatura en el norte de América.

En las últimas semanas, más de 200 incendios forestales han devastado enormes extensiones de terreno en Canadá, especialmente en las provincias de Manitoba y Saskatchewan. Según datos oficiales, el fuego ha arrasado más de 19.900 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a la mitad de Suiza. Las llamas han obligado a evacuar a más de 33.000 personas, colapsando infraestructuras y generando una crisis de salud pública en regiones como Alberta, donde la calidad del aire alcanzó niveles peligrosos incluso en interiores.

En solo una semana, el humo de los incendios forestales en Canadá viajó más de 7.000 kilómetros, tiñendo de gris los cielos de Europa. Los fuegos, que ya arrasaron casi 20.000 km², liberan tanto carbono como algunos países enteros en un año. ¿El origen? Sequías, temperaturas récord y decisiones humanas que se repiten cada verano.

El humo denso generado por estos incendios no solo ha cubierto vastas zonas de Canadá y Estados Unidos, sino que ha sido transportado por corrientes atmosféricas hasta Europa, tal como indica Euro News. A partir del 1 de junio, el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) detectó concentraciones significativas de aerosoles sobre Irlanda, Reino Unido, Francia, Alemania y hasta Grecia. Aunque en su mayoría se encuentran en capas altas de la atmósfera, el fenómeno ha provocado atardeceres anaranjados y cielos turbios en varias ciudades europeas.

Mark Parrington, científico principal de CAMS, advirtió que este tipo de transporte transatlántico no solo demuestra la magnitud de los incendios, sino también la creciente interconexión de los fenómenos climáticos. “El humo de Canadá está ahora en nuestros cielos. Es una llamada de atención: lo que ocurre en un bosque al otro lado del mundo ya no es un problema lejano”, afirmó. Este episodio recuerda al ocurrido en 2023, cuando incendios similares en Canadá oscurecieron el cielo de Nueva York por días.

¿Por qué se repiten y agravan estos incendios?

Los incendios forestales no son un fenómeno nuevo en Canadá, pero sí su frecuencia, duración e intensidad. Expertos del Ministerio de Recursos Naturales del país afirman que las temporadas de incendios ahora comienzan antes, terminan más tarde y son mucho más destructivas. El patrón se ha vuelto tan predecible que algunos científicos lo describen como una ‘nueva normalidad’, alimentada por las temperaturas récord y la falta prolongada de precipitaciones.

En cuanto a las causas, aproximadamente la mitad de los incendios en Canadá se deben a rayos, especialmente en regiones remotas y de difícil . Sin embargo, en zonas más pobladas, las actividades humanas están detrás de la mayoría de los focos. Desde colillas mal apagadas hasta vehículos que calientan la vegetación; la lista de detonantes es larga. Además, la expansión urbana hacia zonas forestales aumenta la vulnerabilidad de la población y dificulta las tareas de contención.

El cambio climático actúa como un multiplicador del riesgo. Canadá se está calentando al doble del ritmo promedio global, lo que provoca suelos más secos, menos humedad en el aire y una mayor disponibilidad de biomasa inflamable. Esta combinación crea un entorno propicio para incendios masivos, que son más difíciles de apagar, se propagan rápidamente y tienen impactos devastadores en el ecosistema, la salud humana y la economía.

Consecuencias globales y la necesidad de acción

Las consecuencias de estos incendios trascienden fronteras. El humo no solo afecta la visibilidad y la calidad del aire a nivel local, sino que puede viajar miles de kilómetros, como se ha visto en este caso. Estos aerosoles contienen partículas finas que, incluso a grandes altitudes, pueden modificar la formación de nubes, alterar patrones climáticos y contribuir al calentamiento global mediante la absorción de radiación solar.

En términos de emisiones, el año 2023 fue el peor registrado: los incendios forestales en Canadá liberaron más de 327 megatoneladas de carbono a la atmósfera, un 23% del total global de incendios. Este ciclo se retroalimenta: más incendios generan más gases de efecto invernadero, lo que intensifica el cambio climático y, a su vez, genera condiciones más propicias para nuevos incendios. Un círculo vicioso que urge romper.

La respuesta debe ser global y multidimensional: fortalecer los sistemas de prevención, invertir en tecnología de monitoreo satelital, mejorar la gestión de los bosques y, por supuesto, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si no se actúa con decisión, lo que hoy parece una anomalía atmosférica podría convertirse en una constante estacional, con impactos cada vez más severos para el planeta entero.